"Intelectualmente, cada uno tiene los años que tiene menos los que perdió. ¿Cuánta vida propia quemamos alimentando fuegos ajenos que hoy son ceniza? ¿Cuántas creencias y fanatismos embucharon grasa inútil y sin futuro nuestro cerebro? ¿Cuánta trannsfusión de sangra sacarinosa camuflada de amor eterno bombeamos con ese corazón que cuando más joven late es cuando impulsa su propia sangre? ¿cuántas discusiones sin oriente ni salida, ni fe ni perspectiva, tuvimos que soportar para acabar regresando al siempre idiota punto de partida hacia la nada? ¿Cuántos comerdores de sesos, con sus viejas verdades absolutas hoy disolutas, ensuciaron nuestro ingenuo espacio de los sueños hasta que descubrimos que su inmensa miopía no pódía ser nuestra cegera? ¿Cuántas horas malgastamos sembrando sin tierra, remando sin agua, deambulando sin destino?
El recuerdo es el retorno de un aire ya respirado; unas veces nos oxigena la pasión, otra nos contamina el olvido. Por eso jamás debemos perder la esperanza por renovarnos, por hacer, soñar vibrar y vivir. Cualquiera que sea nuestra edad biológica, todos tenemos juventud pendiente, ese tiempo perdido que a veces nos picotea el cerebro porque no entiende que renunciemos el glorioso bien de la vida renovada, a la pasión por hacer ese algo íntimo, personal e intransferible que no acepta ni reconoce otra edad que la de la ilusión sin calendario. "
Esta es una columna de Ángela Becerra, publicada hoy en el diario ADN. La he tomado prestada porque refleja de una manera muy exacta una idea con la que lidio cada día. Nunca es demasiado tarde. Tengo 30 años, a veces mi edad me enorgullece, a veces pesa como una losa. A veces esto de los años lo siento como una nimiedad y otras como un condicionante que influye de manera determinante en mi vida. En fin, me ha parecido un texto hermoso, un canto a la ilusión, a la alegría de vivir, a la necesidad de sentir. Y una invitación a rehuir de los miedos y de las excusas tontas que ponemos para no hacer las cosas que deseamos, como por ejemplo, la edad.
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3 comentarios:
La eterna juventud del niño interior es algo que se debe intentar cultivar dia a dia y poquito a poquito, sín dejarlo de lado nunca, a ser posible hasta el día de la muerte de cada uno...
Arriba Peter Pan !!.
Tampoco es necesario ser siempre jóvenes. Tal vez basta con que la edad no nos limite, ni nos acomode, ni nos vuelva conformistas o conservadores. Mi abuela tiene 85 años y todavía a veces deja salir a la luz su espíritu más reivindicativo, es genial. Per es verdad, es importante no perder la mirada del niño que un día fuimos...
Que un día fuimos y que todos aún llevamos dentro...
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