25 maravillosos años

Ha cumplido 25 pero cuando cruzamos la calle todavía le cojo de la mano, por si acaso. En cuanto me descuido, la llamo “teta” aunque a veces, en las noches festivaleras y de buen rollo, olvido el parentesco y la llamo “tía”, de colegueo. Ella es la que desde pequeña me ha cubierto las espaldas, me ha defendido, me ha apoyado incluso cuando apenas sabía o entendía de mi vida. Me ha cuidado, mimado y achuchado cada vez que lo he necesitado. Ni la distancia ni las circunstancias han conseguido separarnos. Y estoy segura que eso nunca ocurrirá. No sé si siempre he podido estar a su altura ni si siempre he podido corresponder a su amor de la misma manera que ella lo hace. De todas maneras, lo importante es que continuamos bailando juntas cada vez que la ocasión invita y nos disfrazamos en cuanto un trapito o una peluca cae en nuestras manos. Nos ponemos a llorar a moco tendido así que nos entra la flojera pero también sacamos nuestro repertorio de caras feas ante el primer espejo o cámara que se nos ponga delante y nos petamos de reír hasta caernos de culo. Capaz de sacar de mi lo mejor que tengo, no hay nada comparado con ella. Hay que conocerla para saber de lo que hablo y es que Norma ha cumplido 25 años y sin embargo, sigue siendo mi pequeñeta.